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domingo, 29 de abril de 2012

En la Feria del Libro

Estuve en la 38ª Feria del Libro de Buenos Aires. Lleno de chicos, padres y docentes que se acercaron al stand de Quipu y al de Longseller para conocerme, para que les cuente sobre mis libros, y para llevarse algunos ejemplares firmados por mi puño y letra.
Me encantó charlar con los chicos y leerles una poesía de mio primer libro.
Para que vean lo satisfecho que quedé, les traigo las fotos.
saludos!













lunes, 16 de abril de 2012

38ª Feria del Libro de Buenos Aires


Chicos, papis, docentes: ya comienza la 38ª Feria del libro en Buenos Aires. Libros, libros, actividades y más libros. Y autores firmando ejemplares y charlando con los chicos. Por eso voy a estar: por el placer de ver a los chicos jugar con los libros, pasar las hojas y asombrarse con las ilustraciones, y divertirse con las historias.

Estaré firmando ejemplares y charlando con los visitantes el viernes 27 de abril.
A las 15:00hs estaré en el stand de Quipu (stand 1901). 
A las 18:00hs estaré en el stand de Longseller (stand 1222).

Les dejo el sitio web de la feria, donde encontrarán los autores que irán y las editoriales que participarán.
http://www.el-libro.org.ar/internacional/firmas/2012-04-27

Saludos!

miércoles, 11 de abril de 2012

La flor argentina

Este es un cuento raro. Lindo, pero raro. Es un texto que escribí, para EDIBA, por el día de la flor nacional. ¿Pero qué hace que una flor sea nacional? ¿Que sea común en el país? ¿Que se pueda encontrar en distintas regiones? ¿Cómo se convierte en ícono? Para mi, una flor nacional tiene que esconder y atesorar el sentido nacional, a través de los personajes que representan a ese país.
¿Cómo? Cuando lean este texto, encontrarán frases en itálica, que tal vez les parecen conocidas. Seguramente, conocen a sus autores. Si las descubren, bienvenidos los comentarios.
Saludos!!!

LA FLOR ARGENTINA


                De un árbol de poca altura, a la vera de un río en el Litoral argentino, una flor rojo carmín nace y se despereza. Jamás creyó que su nacimiento sería reconocido, que su despertar ayudaría a un país.
                –¿Quién soy? Estoy tratando de averiguarlo –dijo un día la flor–. Pero creo que soy parte de un pueblo, de mi patria que me cobija. Cada mañana cuando nos despertamos, nacemos. Y eso nos da fuerza para volver a empezar.
                    –Si no sabes quién eres, ¿cómo es posible tu felicidad? –preguntó un junco sobre el río.
                –Debido a que sé qué me mantiene sobre esta rama –contestó la flor del ceibo– Yo jamás me arrimé al sol que más calienta, pero aún así lo siento en mí. Fue la mano de Dios la que me puso aquí, y por eso celebro. Son los sonidos de la naturaleza, sus colores, el tiempo, lo que me hace ser lo que soy.
                –¿Pero no deseas tener patas y escapar? –preguntó un ciempiés.
                –No las necesito para ser libre –respondió muy segura la flor.
                –¿No deseas que un hombre te lleve a su casa para ser admirada? –quiso saber el viento.
                –La vida es nada si la libertad se pierde –confió segura la flor del ceibo–. Seamos libres, lo demás no importa nada. Yo aquí me siento libre, y el hombre debe aprender a admirar mi belleza junto a lo que me rodea. Sé que las tempestades pueden lastimarme, pero quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila.
                –¿Y te sientes a gusto así? –dijo el agua.
                –Claro que si, pues el pájaro cantor jamás se para a cantar en árbol que no da flor. Y el ceibo acepta a las aves, el canto de los pájaros junto a mí ayuda a comprender la vida. Como también lo hace el agua que me salpica, o la brisa cada mañana. No pienses que estoy sólo, estoy comunicado con todo lo demás.
                –¿Y qué te gusta de ser flor? –preguntó la rosa desde el suelo.
                –Seguramente lo mismo que a ti: inspirar a los hombres, ser fuente de poesía, pasión y de ideas. Porque las ideas no se matan, y eso los mantiene vivos. Y a nosotras, las flores, nos alegra la existencia. Los hombres deben ser sagrados para los hombres, y no combatir entre ellos, sino trabajar en conjunto, por el bien de todos.
                –¿Y eres feliz desde esa rama?
                –Claro que soy feliz. Ser flor nacional es un honor. Pero si de mi dependiera para mantener vivo mi país, renuncio a los honores, pero no a la lucha. Eso lo tengo claro: pelear por lo que creo justo. Endurecerse sin perder la ternura jamás, porque perdería la esencia que soy: una flor, y lo que eso significa. Puedo decir que mi país es Argentina, y eso me convierte en su flor nacional.