Hace varios años, encontré en internet esta imagen. Siempre me fascinaron las ilusiones ópticas. Y esta no quedaba afuera. Entonces se me ocurrió escribir un cuento con este dibujo. Con el caballo y la rana. El cuento fue publicado por la editorial Ediba, en su revista Maestra de Segundo Ciclo, hace un tiempo atrás.
Hoy, en mis clases de Creatividad, cada vez que leo este cuento, los adolescentes que lo escuchan, quedan atónitos cuando al final de la lectura les muestro ambas imágenes. Quedan igual que los alumnos de Emilce.
Los invito a leerlo.
Una Mirada distinta
Emilce le entregó
a cada chico que ocupaba el banco de adelante de la clase, una pila de dibujos
iguales. Les pidió que se quedaran con uno, y que el resto lo pasaran para
atrás, a su compañeros.
Mientras
los dibujos pasaban de mano en mano, los chicos lo observaban con mucha
atención. La maestra miraba sus caras y se reía. Entonces anunció:
–Les
entregué a todos el mismo dibujo. ¿Alguien me puede decir qué animal ve?
–Una
rana, seño. Es una rana en el agua –contestó Bruno muy seguro.
Entonces
se escuchó que muchos de sus compañeros decían “Si” en voz alta. Pero otros, en
silencio, fruncían el ceño y miraban preocupados el dibujo.
–No,
seño, no es una rana. Es un caballo –dijo Noelia, dudando de la respuesta de
Bruno.
Entonces,
la otra mitad de la clase, asintió con la cabeza. “Es cierto. Yo también tengo
un caballo”.
Todos
empezaron a gritar: “Es un caballo”, “No, es una rana”, “Están equivocados, es
un caballo”
Frente
a una clase muy confundida, Emilce mostró una gran sonrisa y dijo:
–Muchas
veces creemos tener la razón. Y por eso no escuchamos al otro. Quiero que sepan
que todos tienen razón. Hay una rana en el dibujo. Y también hay un caballo.
Hagan girar sus hojas y verán que aparece el otro animal.
Los
chicos hicieron girar sus dibujos, y sus ojos parecieron salirse de sus caras.
Era cierto. También había un caballo. O una rana.
–Debemos
aprender a mirar de muchas formas, y no quedarnos con lo que sólo nosotros
creemos que es lo correcto. La verdad no es una sola –y Emilce les pidió que
guardaran los animales en sus mochilas.