Hace unos meses escribí un texto para un libro escolar, de la editorial Ediba sobre el Día de la cooperación escolar, que se celebra el 15 de octubre. Les traigo el texto que hará recordar su infancia a más de uno. Saludos!
Muchas manos en mi escuela
Cuando volví al barrio de mi
infancia, sentí nostalgia. El verde de los árboles no era el mismo. Algunos
negocios habían cerrado sus persianas. Muchos vecinos se habían mudado. Los recuerdos
que tenía de mi escuela, imborrables colores y sonidos de mi memoria,
permanecían inquietos y saludables. Y fue una pequeña idea la que se gestó y
creció, junto a ex compañeros de mi grado. Muchas manos eran necesarias.
Al llegar a mi vieja escuela, el
patio no era tan grande como lo recordaba. Los enormes ventanales de las aulas,
ahora sólo eran pequeñas ventanas casi transparentes. Sus paredes descascaradas
no permitían distinguir el color que las habían embellecido. Los bancos desgastados
apenas permitían soportar un cuaderno y una cartuchera. Los muros de las aulas,
con mapas, cuadros y dibujos de los chicos, me hicieron añorar mis épocas de
alumno. Todo estaba igual, pero había cambiado. Por eso, cuando me encontré con
mis antiguos compañeros de clase, construimos una idea para ayudar a la
escuela. Muchas manos aparecieron.
Mi colegio siempre tuvo su bandera
en lo alto del mástil. Cada mañana nos traían té y galletitas para que
pudiéramos desayunar y tener algo calentito en el estómago. Todo lo que aprendí
en la vida, se lo debo a mi escuela primaria. Por eso, con mis compañeros nos
organizamos para ayudar a nuestro viejo colegio, y que nunca le falte nada.
Conformar la cooperadora de la
escuela de mi barrio fue una tarea difícil, pero placentera. Queríamos
devolverle todo lo que nos había dado cuando éramos alumnos. Juntamos algo de
dinero, y comenzamos a trabajar. Pintamos paredes, compramos nuevos bancos más
cómodos, organizamos bingos y rifas para que los padres participaran, y así
recaudar fondos. Lo esencial era no olvidarnos lo importante que era nuestra
escuela.
Yo no era ni padre ni alumno, pero
me di cuenta que mi ayuda era muy importante para que los chicos pudieran
estudiar y aprender en mi antigua escuela. Mi granito de arena era parte de una
gran montaña. Muchas manos, hicieron la diferencia.