Engañar al tramposo
Gonzalo
era un poco goloso, y no le gustaba compartir sus golosinas. Un día Luciana lo descubrió
en el recreo mientras a escondidas del resto de sus compañeros, se comía unos
caramelos.
–Gonza,
¿me das un caramelo? –preguntó la nena de largas trenzas.
El
chico, que tenía pocas ganas de convidarle, le dijo:
–Mejor
ganátelo –anunció mientras se llevaba un caramelo y ambas manos detrás de su
espalda.
Gonzalo,
con sus puños cerrados, colocó los brazos delante de los ojos de Luciana y le dijo:
“¿En qué mano tengo el caramelo?”. Pero la nena vio que Gonzalo había dejado
caer el caramelo detrás de él. ¡Había hecho trampa! Y sabía que si decía
cualquier mano, iba a perder. Entonces pensó un rato, y le contestó:
–Hagamos
al revés. Si descubro que mano está vacía me quedo con el caramelo. Es lo
mismo, ¿no? –dijo la nena con una sonrisa, que sabía que ambas manos estaban
vacías.
–Si…
Es lo mismo… –contestó el nene, dándose cuenta lo que sucedía.
–Entonces
elijo la derecha –respondió ella muy contenta.
Gonzalo
abrió su mano y nada había allí. Sólo una mano vacía.
Entonces
Gonzalo le dio un caramelo a Luciana, y ella lo sorprendió regalándole un
chupetín. Ese día, se dio cuenta que quién da también recibe.