Hace mucho que no les traía un cuento para leer, para distenderse, para divertirse.
Por eso, les dejo un texto que escribí hace un tiempo, para el día del libro.
Que lo disfruten!
El libro imaginado
Alejandra iba rumbo a la escuela,
como todas las mañanas. Pensaba en lo lindo del otoño, las hojas de tonos
amarillos y marrones. Le encantaba usar bufanda, y nunca salía de su casa sin
ella. Mirando las hojas del suelo estaba, cuando encontró un libro. Allí,
descansaba sobre el colchón natural, arropando a los personajes que vivían
adentro. Alejandra buscó a su dueño por los alrededores, pero no encontró a
nadie. Ni siquiera a alguien para preguntarle.
Se agachó suavemente para agarrarlo.
En la tapa roja, un dinosaurio con cabeza de pato y colmillos de elefante,
pisoteaba una ciudad, y los vecinos corrían despavoridos. El título era: “Las
increíbles andanzas de mi mascota mutante”. Interesante título, pensó Ale, y lo
guardó en su mochila. Durante toda la mañana, se imaginó de qué trataría el
libro. ¿Sería un dinosaurio del pasado? ¿Su dueño sería un científico loco? ¿Se
habría comido a un pato y por eso tenía esa cara? ¿Serán muchas historias o una
sola? ¿Será una mascota mutante genéticamente alterada o habrá nacido así?
Cuando la maestra de matemática
le pidió a la clase que resolviera las cuentas que había escrito en el
pizarrón, ella se distrajo pensando en que tal vez, la mascota del libro sabría
hacer cuentas. Mientras el maestro de música les enseñaba las notas musicales,
Alejandra se imaginaba al mutante cantando en una ópera. Cuando la maestra de
plástica entró al aula, Ale creyó que el personaje de su nuevo libro pintaría
en sus ratos libres. Toda la mañana estuvo imaginando las historias que
guardaba en su mochila.
Al salir de la escuela, corrió a
su casa, saludó a su mamá ni bien entró, y pidió que no la molestaran, porque
tenía mucho que leer. Se acostó en su cama, y como quien comienza una aventura,
con el libro en sus manos tomo aire y lo abrió.
En blanco. Las hojas estaban en
blanco. Ni un cuento corto, ni una frase, ni siquiera una letra olvidada por el
escritor. Nada. Gran decepción se llevó al ver que no había historia.
Sin embargo, se le ocurrió una
gran idea. Se sentó en su escritorio, tomó un lápiz, y se dispuso a ser ella la
escritora de las fabulosas aventuras del mutante. Después de un día de tanto
soñar con la mascota mutante y sus andanzas, no le sería difícil. Porque al fin
y al cabo, todos podemos inventar historias, escribirlas, y navegar con nuestra
imaginación. Un libro siempre está en blanco, cada uno lo llena con sus ganas
de aventurarse.