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jueves, 8 de septiembre de 2011

El libro imaginado

Hace mucho que no les traía un cuento para leer, para distenderse, para divertirse.
Por eso, les dejo un texto que escribí hace un tiempo, para el día del libro.
Que lo disfruten!

El libro imaginado

Alejandra iba rumbo a la escuela, como todas las mañanas. Pensaba en lo lindo del otoño, las hojas de tonos amarillos y marrones. Le encantaba usar bufanda, y nunca salía de su casa sin ella. Mirando las hojas del suelo estaba, cuando encontró un libro. Allí, descansaba sobre el colchón natural, arropando a los personajes que vivían adentro. Alejandra buscó a su dueño por los alrededores, pero no encontró a nadie. Ni siquiera a alguien para preguntarle.
      Se agachó suavemente para agarrarlo. En la tapa roja, un dinosaurio con cabeza de pato y colmillos de elefante, pisoteaba una ciudad, y los vecinos corrían despavoridos. El título era: “Las increíbles andanzas de mi mascota mutante”. Interesante título, pensó Ale, y lo guardó en su mochila. Durante toda la mañana, se imaginó de qué trataría el libro. ¿Sería un dinosaurio del pasado? ¿Su dueño sería un científico loco? ¿Se habría comido a un pato y por eso tenía esa cara? ¿Serán muchas historias o una sola? ¿Será una mascota mutante genéticamente alterada o habrá nacido así?
Cuando la maestra de matemática le pidió a la clase que resolviera las cuentas que había escrito en el pizarrón, ella se distrajo pensando en que tal vez, la mascota del libro sabría hacer cuentas. Mientras el maestro de música les enseñaba las notas musicales, Alejandra se imaginaba al mutante cantando en una ópera. Cuando la maestra de plástica entró al aula, Ale creyó que el personaje de su nuevo libro pintaría en sus ratos libres. Toda la mañana estuvo imaginando las historias que guardaba en su mochila.
Al salir de la escuela, corrió a su casa, saludó a su mamá ni bien entró, y pidió que no la molestaran, porque tenía mucho que leer. Se acostó en su cama, y como quien comienza una aventura, con el libro en sus manos tomo aire y lo abrió.
En blanco. Las hojas estaban en blanco. Ni un cuento corto, ni una frase, ni siquiera una letra olvidada por el escritor. Nada. Gran decepción se llevó al ver que no había historia.
Sin embargo, se le ocurrió una gran idea. Se sentó en su escritorio, tomó un lápiz, y se dispuso a ser ella la escritora de las fabulosas aventuras del mutante. Después de un día de tanto soñar con la mascota mutante y sus andanzas, no le sería difícil. Porque al fin y al cabo, todos podemos inventar historias, escribirlas, y navegar con nuestra imaginación. Un libro siempre está en blanco, cada uno lo llena con sus ganas de aventurarse.

jueves, 4 de agosto de 2011

La vida de un naranjo


Les traigo un lindo relato, publicado hace un tiempo en las revistas de Ediba. Espero les guste. Saludos
LA VIDA DE UN NARANJO
Hace algunos años, mi mamá trajo una semilla a casa. Era tan chiquita como la uña de mi dedo meñique. Ella me contó que cuando creciera sería un árbol grande, con muchas hojas, y que cada verano nos daría naranjas. Yo me entusiasmé mucho. Ya quería verlo crecer, ver sus flores y comer sus naranjas. Pero mi mamá me dijo que había que tener paciencia, que los árboles no crecen de un día para el otro.
Todos los días, al regreso de la escuela, me sentaba en el patio para ver si el naranjo había crecido algo. Pero sólo veía tierra. Ningún brote, ningún tallo. El tiempo pasó, y yo me olvidé de aquella semilla. Hasta que un día, me acuerdo que fue en agosto, salió de la tierra un pequeño tallo, con una hojita verde. Era el árbol que comenzaba a crecer, a despertarse. Entonces mi mamá me contó que el naranjo hacía mucho que ya estaba creciendo, pero debajo de la tierra, con sus raíces. Entonces le pregunté por qué no crecía más rápido, si no tenía ganas de ser grande y fuerte. Entonces mi mamá, que sabe de muchas cosas, me dijo: “Este árbol es como vos, hijo. Disfruta cada momento de su vida. Primero fue una semillita, ¿te acordás?. Después fue una pequeña hojita y ahora es un tallo. Dentro de algunos años será un gran árbol, con flores y naranjas. Pero crece con calma, como vos, que ahora sos un chico, pero dentro de unos años también serás grande”.
Y desde ese día, todas las tardes, me siento a ver crecer un poquito el naranjo. Me siento a verlo crecer, porque seguro que también él me ve crecer a mí.

martes, 7 de junio de 2011

El semáforo que un día se cansó

Respetar las normas de tránsito es responsabilidad de todos. Y si no lo hacemos, vean qué puede pasar... Saludos!

El semáforo que un día se cansó
Una mañana, muy temprano, el semáforo de la esquina de mi casa no quiso trabajar más. Cerró sus ojos, y sus tres colores dejaron de verse. Entonces los conductores de los autos, camiones y colectivos se detuvieron sin saber qué hacer. ¿Avanzar? ¿Tocar la bocina? ¿Detenerse hasta
que aparezca el verde? Y lo mismo les pasó a los padres y los chicos, a los abuelos y los tíos.
No sabían si cruzar la calle o esperar que los autos pasaran. Todo el barrio enloqueció. Nadie sabía qué hacer. Entonces llegó un policía para dirigir el tránsito. Hacía sonar su silbato y movía las manos para indicarles a los autos que avanzaran o se detuvieran. Sin embargo, el semáforo seguía sin funcionar. Luego de varios días, llegó un camión con un nuevo semáforo. Sacaron al viejo semáforo que ya no mostraba sus colores y se lo llevaron. Mi mamá me explicó que lo cambiaron porque el viejo había dejado de funcionar. Dicen que el semáforo de la esquina de mi casa dejó de funcionar, pero estoy seguro que en realidad se cansó de que nadie lo respetara, que los autos pasaran cuando se ponía rojo, y que los peatones cruzarán cuando no debían. El semáforo se cansó de que nadie le prestara atención.

lunes, 23 de mayo de 2011

Ahora que sé leer

Un relato para aquellos que comienzan a leer. Saludos!

Ahora que sé leer
Desde que nací, todas las noches mi mamá me cuenta un cuento. Yo elijo un libro y ella me lee historias sobre astronautas que recorren planetas, sobre princesas y dragones, sobre vaqueros del Oeste.

Todas las noches escucho con mucha atención cada historia que mi mamá me cuenta, antes de quedarme dormido. Una vez pensé que se iban a terminar los libros, y que mi mamá no me iba a contar más cuentos. Pero siempre hay un cuento para leer, me dijo ella.

Ayer mi mamá estaba enferma, tenía tos y no podía levantarse de la cama. Me di cuenta que no iba a poder contarme un cuento. Entonces se me ocurrió una idea. Entré a su cuarto con uno de mis libros en la mano. Le sonreí y empecé a leer: "Había una vez en un planeta lejano…"

Ahora que sé leer, yo también le cuento historias.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Mi estación preferida

Después de un receso de vacaciones, volvemos al blog con nuevas historias, novedades y mucho más. Espero que no me hayan extrañado!! Como falta poco para que comience una nueva estación, les dejo un cuento que me gusta mucho, para que disfruten y usen con sus alumnos!
Saludos!


MI ESTACIÓN PREFERIDA

Martín y yo siempre volvemos juntos de la escuela. Mientras nuestras mamás caminan detrás de nosotros y charlan sobre recetas de cocina, mi amigo y yo inventamos juegos. Un día somos vaqueros del Oeste, con sus caballos que galopan a gran velocidad; otro día somos astronautas, que viajan por el espacio descubriendo nuevos planetas; también hemos sido bomberos, pintores y muchas cosas más. Pero ayer no jugamos a nada. Yo no tenía ganas. Martín había dicho algo que me hizo pensar durante todo el camino: “El otoño es la época más fea del año” dijo.

Cuando llegué a casa, no quise ni mirar la tele. Estaba muy preocupado. Para mí el otoño no era la estación más fea. Entonces me senté en la silla, tomé un lápiz y un papel y comencé a escribir todas las cosas que me gustaban del otoño. Al principio fue un poco difícil, pero después me di cuenta que ¡es mi estación preferida! Me aprendí de memoria todas las cosas que había escrito para decírselas hoy a Martín. “Vamos a ver si es la estación más fea”, pensé.

Hoy, ni bien llegué al cole, me acerqué a Martín y le dije:

–¿Seguís pensando que el otoño es la estación más fea?

–Si, seguro –me dijo.

–Para mí es la época más linda, ¿sabés por qué? –le pregunté.

–No, ¿por qué? –me respondió él.

Lo agarré de la mano y lo llevé hasta un rincón del patio, debajo del gran árbol que hay en la escuela.

–Para mí el otoño es la mejor estación, por esto –y mientras le decía estas palabras, comencé a pisar las hojitas que había en el suelo.

Martín quedó con la boca abierta. La tenía del tamaño de una pelota de fútbol. Un ruido muy lindo salía de cada hoja que pisaba. Se oían “Crash”, “Crunch” y muchos otros sonidos. Parecía que las hojas cantaban. Entonces Martín también comenzó a pisar las hojas. Estuvimos todo el recreo jugando a pisar las hojas secas. Lo hacíamos más fuerte y más suave, más rápido y más lento. Y siempre era divertido.

–Tenías razón, el otoño está muy bueno –dijo Martín con una sonrisa.

–Si, y además es mi estación preferida porque cumplo años –le contesté mientras no paraba de pisar las hojas.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Detrás del Mueble

Para finalizar el año, y dar comienzo a uno nuevo, les traigo un cuento. Una experiencia, más que un cuento. Y nos demuestra cómo a veces llevamos nuestras manos por caminos insospechados. Que lo disfruten y feliz 2011!!!


Detrás del Mueble
           Hugo, mientras hacía la tarea de la escuela, dejó caer su lapicera detrás del mueble de su cuarto. Entre refunfuños y protestas, se propuso rescatarla. Tan sólo un delgado espacio entre el mueble y la pared permitía que Hugo estirara su mano, sin poder ver lo que tocaba, para intentar lograr su objetivo. Buscó sobre el suelo, con la punta de sus dedos. Sintió el piso de baldosas frías y el zócalo áspero. Una vez que sus dedos reconocieron el lugar, y el rostro de Hugo se arrimó lo más posible al mueble y casi parecía querer traspasarlo, el chico encontró algo.
       Parecía redondo, con zonas rugosas. Y blando como una esponja, ya que con sus dedos podía deformar aquel objeto. Siguió palpándolo para tratar de descubrir de qué se trataba. Sintió una zona más lisa, con pequeñas hendiduras y pozos. Sintió pelos desordenados, desparejos. Le pareció sentir como un botón más frío que el resto de lo que había tocado. Definitivamente, eso no es la lapicera, se dijo, y continuó buscando con sus dedos.
         Apoyó su dedo índice sobre algo viscoso, pegajoso. Enterró el dedo casi con asco, sin saber qué podría pasar. Sintió que su dedo se hundía, y tuvo la irrefrenable idea de enterrar sus otros dedos. Como una masa sin forma, podía mover sus dedos dentro de ella. Era cálida. Sacó sus dedos de allí, y se los frotó entre ellos, descubriendo que lo que antes era una sensación de pegajosidad, ahora se volvía más consistente y perdía esa extraña propiedad.
        Sus dedos encontraron algo muy caliente y cuadrado; algo que lo pinchó; un poco de suciedad que se quedó adherida a sus dedos; algo que le hizo cosquillas como si caminara sobre su mano. Hasta que descubrió un objeto alargado, que entraba en su mano, con una punta fría, que al pasar el dedo, le pareció que una bolita giraba. Extrajo la mano de allí con el elemento entre sus dedos, y efectivamente, había encontrado la birome, y su dedo manchado con líneas de tinta. Pero había encontrado otras muchas cosas de las que nunca quiso saber de qué se trataban.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Quién quería terminar las clases?

Para celebrar mi cumple, la semanas de las artes, y el post número 60, les traigo un cuentito, propio del fin de las clases... que están muy cerca!!!
saludos!!


¿Quién quería terminar las clases?

Yamila se acercó a Tatiana en el recreo y le preguntó:

–¿Sabes que dentro de unos días termina el año y no hay que venir más al colegio? ¿No estás re–contenta?

Tatiana se quedó pensando un rato. Miró a sus compañeros de grado que jugaban a la pelota. Miró a las nenas saltar a la soga. Miró a las maestras charlando con sus alumnos. Se acordó de su cuaderno y de todas las cosas que había aprendido ese año. Aprendió lo que significa la palabra Identidad. Aprendió a multiplicar. Descubrió la historia de Cólon y de San Martín y lo que habían hecho. Aprendió los colores primarios. Aprendió que el año tiene 365 días, y que cada cuatro años, se agrega un día más. Entonces miró a su amiga, y le respondió:

–¿Y vos sabes que durante tres meses no vas volver a compartir conmigo el banco? ¿Sabes que durante tres meses Ignacio no te dará cada día una de sus galletitas de chocolate? ¿Y sabes que durante tres meses la seño no nos va a leer esos cuentos tan lindos?

Yamila se quedó callada. Y después de pensar un rato, gritó:

–¡¿Cuánto falta para volver a empezar el colegio?!

Los chicos y las maestras que estaban en el patio dejaron de jugar y miraron a Yamila. Y ante la mirada de todos, las dos nenas comenzaron a reírse con muchas ganas. ¿Quién quería terminar las clases? Yamila seguro que no.

sábado, 2 de octubre de 2010

Una media glotona para concurso

He decidido re-postear un cuento al que le tengo mucho aprecio. Lo hago por dos motivos. El primero, porque tal vez muchos de ustedes no lo leyeron, y me gustaría que lo hicieran y lo disfrutaran. Y segundo porque quiero participar de un concurso literario. "Un cuento en mi Blog". Pueden entrar al sitio, leerlo, y votarlo. Me gustaría. Y para aquellos que escriben, pueden participar también. Es una gran oportunidad. Abajo el linkl para leerlo.

Mi cuento para votar

Zona Literaria



Una Media Glotona
Franco salió del kiosco, con su alfajor en la mano. Se había comprado uno de chocolate, su favorito. Pero antes de poner un pie en la vereda, guardó su dinero en la media. Sí, en la media. Es una forma segura y cómoda de guardar la plata, cuando no se tienen bolsillos. Como les decía, Franco comenzó a caminar por la calle, rumbo a su casa, tan sólo unas cuatro cuadras. Siempre volvía del colegio a esa hora, y siempre le daban ganas de comerse un alfajor. Pero esta vez fue distinto.
Llevándose el último pedazo de alfajor a la boca, pasó por otro kiosco, donde vio las figuritas de fútbol que juntaba. Entonces se agachó para buscar el dinero en su media, pero no estaba todo lo que había guardado. Sólo quedaban $5, de los $7 que había guardado. “No puede ser”, pensó. “Se me deben haber perdido”.
Le entregó al quiosquero el billete a cambio de 3 paquetes de figuritas. Guardó en su media el billete y la moneda que le dio el hombre, como vuelto por la compra.
En el camino, se puso muy contento, porque le tocaron 5 figuritas que no tenía. Antes de llegar a su casa, recordó que su mamá le había pedido que comprara pan. Entró a la panadería y le dijo al dueño: “Me da medio kilo de pan”. El hombre eligió el pan más calentito, que es el más rico. Lo metió en una bolsa y le dijo: “Es $1, Franco”. El chico sabía que tenía una moneda en su media, pero no la encontró. “¿Qué pasa? ¿Dónde está la plata?”, se preguntó. El panadero al ver que Franco no hallaba el dinero le dijo: “Me lo paga tu mamá después. Andá”.
Franco salió de la panadería muy preocupado, pensando que tal vez tenía una media mágica que hacía desaparecer el dinero. Cuando llegó a su casa, le dijo a su mamá:
–Má. Tengo una media que me come la plata. Guardé dos veces billetes y monedas y no están. ¿Puede ser que mi media tenga hambre?
La mamá de Franco se rió y le dijo:
–Sentate y dame el pie.
La mujer le sacó la zapatilla a su hijo y luego la media. Entonces dijo:
–No, Franco. Tu media no come plata. ¡Tan sólo tiene una boca enorme! –y mientras decía esto le mostraba el gran agujero que tenía la media casi en el talón.– Toda la plata está acá, en tu zapatilla. Mirá–. Y así era. Todo el dinero estaba adentro.
Franco se puso un poco colorado de la vergüenza, pero enseguida comenzó a reírse como un loco. “Menos mal. Se imaginan si me comía el pie”, pensó.

sábado, 4 de septiembre de 2010

ciclo natural - historieta

Los dibujos no son mios. Pero la historia sí. La escribí para el libro de segundo grado, publicado por EDEBÉ, este año. Fue muy divertido hacerlo, ya que nunca había escrito algo para luego ser convertido en historieta. Espero les guste y aprendan sobre el ciclo natural.
Saludos!


martes, 10 de agosto de 2010

Un payaso pelado

UN PAYASO PELADO
Una mañana hace muchos años, Flautita, el payaso del circo ambulante, se levantó de la cama y se miró al espejo. Se pasó el peine, y se sacó un enorme mecho de rulos. ¡No sabía qué hacer! Estaba desesperado: ¡se le estaba cayendo el pelo! Se lo mojó, y con las manos se lo peinó para un costado, para disimular su problema. Cuando llegó a la carpa del circo para ensayar, nadie notó que le faltaban algunos pelos.

Los días pasaron, las semanas se sucedieron, los meses lo sorprendieron, y el pelo continuó cayéndose. Flautita había probado de todo: peinarse para un lado, para el otro, ponerse gel, se probó distintos sombreros, y hasta intentó pegarse con pegamento el pelo que se le caía. Pero nada funcionó.


Un sábado, Flautita se levantó y al verse en el espejo, comprendió que se había quedado pelado. Completamente. Era un payaso triste, y eso no podía ser así. No quería salir a actuar… nunca más. Se puso un sombrero y salió a caminar. Pero algo sucedió en ese paseo: encontró tirada una bola de pelos largos, seguramente de la mujer barbuda que se acababa de afeitar. La agarró y corrió a su habitación. Cuando entró, se la puso en la cabeza y se miró en el espejo: le quedaba perfecta. Parecía real. Y eso era un problema. Debía ser graciosa, divertida, y no parecer real. Entonces se le ocurrió una gran idea: pintar de verde, rojo y amarillo esa peluca. Una vez ya colorida, se la probó y le quedó de maravillas.

Esa noche Flautita tuvo función, y los chicos se rieron tanto de su pelo colorido, que nunca más se preocupó por ser pelado. Así Flautita fue el primer payaso en inventar la peluca de colores, peluca que hoy todos los payasos usan.

miércoles, 14 de julio de 2010

Noticias de hadas

El año pasado la editorial Edebé me encargó cuatro textos para su libro EDEBITS de 2do. Textos poco comunes, ya que necesitaban, una noticia ficcionalizada, una adaptación de un cuento de Quiroga, una historieta y un texto teatral. Cuatro géneros en los que no había incursionado.
Algo distinto, por eso me gustaron las propuestas.
Me puse manos a la obra y esta es la noticia que se publicó en el libro, que este año se lee en varias escuelas.

Una perlita: La noticia se publicó el día de mi cumpleaños, pero 369 años antes que yo naciera.
saludos!

martes, 20 de abril de 2010

Mi gato negro aventurero

He recibido un cuento de un amigo. Es un amigo que tengo por e-mail. Visita mi blog, y cada tanto me escribe algunas palabras. Hoy les presento uno de los cuentos que ha escrito con la ayuda de su mamá y que decidió enviarme. Espero que les guste y se diviertan tanto como lo hice yo. Gracias Martín!

Y si vos también escribís, y querés que publique un cuento, mandámelo por mail, y seguro aparecerá en el blog.

Mi Gato Negro Aventurero

Un día mi gato negro aventurero dormía plácidamente la siesta.
Aquella tarde bostezó, y para mi sorpresa, echó una bocanada de fuego que me quemó los pelos. Yo era rubio y ahora soy negrito. Y mi gato era amarillo y ahora es negro como la noche. Y le puse de nombre Negrito Cambá .jajaj!!!
El muy tonto se convirtió en dragón-gato pero como es muy vago y no terminó de estudiar el curso de dragón, no le sale echar fuego. Entonces anda quemando todo lo que encuentra a su paso: a mamá le quemó la escoba, a papá las ruedas del auto y a mí un par de juguetes.
La Aventura esta buena porque los chicos del barrio le tienen miedo y los bomberos están atentos y además porque en cualquier momento termina el curso de dragón y le crecerán las alas. Y cuando esto pase seguro que le pido que me lleve de paseo por tu casa.
Y colorín quemado cuento terminado .

Martin Luciano Bonetto, 7 años.

sábado, 16 de enero de 2010

Cuento Ilustrado - Un gorrión cantor

Junto a la gran ilustradora Carmen Saldaña, hemos concluido un proyecto muy atractivo. Sobre un cuento que escribí hace un tiempo, ella hizo unas maravillosas ilustraciones. Un gorrión cantor cuenta la historia de una niña que cada mañana escucha cantar a un ave en la habitación de su casa. Por fin logro ver, más allá de mi imaginación, a mis personajes. Un placer haber trabajado con ella.

Para que visiten su blog. http://carmensaldana.blogspot.com/






martes, 1 de diciembre de 2009

Quién queria terminar las clases?

Para terminar el año escolar, les traigo un cuento que habla sobre la tristeza de abandonar la escuela, de dejar a los amigos, de no compartir cosas con los compñaeros durante 3 meses. Espero la disfruten. Saludos!!

¿Quién quería terminar las clases?
Yamila se acercó a Tatiana en el recreo y le preguntó:
–¿Sabes que dentro de unos días termina el año y no hay que venir más al colegio? ¿No estás re–contenta?
Tatiana se quedó pensando un rato. Miró a sus compañeros de grado que jugaban a la pelota. Miró a las nenas saltar a la soga. Miró a las maestras charlando con sus alumnos. Se acordó de su cuaderno y de todas las cosas que había aprendido ese año. Aprendió lo que significa la palabra Identidad. Aprendió a multiplicar. Descubrió la historia de Cólon y de San Martín y lo que habían hecho. Aprendió los colores primarios. Aprendió que el día tiene 365 días, y que cada cuatro años, se agrega un día más. Entonces miró a su amiga, y le respondió:
–¿Y vos sabes que durante tres meses no vas volver a compartir conmigo el banco? ¿Sabes que durante tres meses Ignacio no te dará cada día una de sus galletitas de chocolate? ¿Y sabes que durante tres meses la seño no nos va a leer esos cuentos tan lindos?
Yamila se quedó callada. Y después de pensar un rato, gritó:
–¡¿Cuánto falta para volver a empezar el colegio?!
Los chicos y las maestras que estaban en el patio dejaron de jugar y miraron a Yamila. Y ante la mirada de todos, las dos nenas comenzaron a reírse con muchas ganas. ¿Quién quería terminar las clases? Yamila seguro que no.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Día de la Música

Se me pasó!!! El 22 fue el día de la música, y para homenajearla, nada mejor que un cuento. saludos!!

Y LA MÚSICA SIGUIÓ SONANDO
El concierto estaba a punto de comenzar. Los músicos subieron al escenario, y el público aplaudió. Luego apareció el director de la orquesta, y el público volvió a aplaudir. Todo el teatro estaba en silencio, esperando escuchar las más hermosas melodías. Y cuando el director dio la orden con su batuta, los músicos comenzaron a tocar sus instrumentos. ¡Para qué! Ningún sonido se oía. Los músicos tocaron con más fuerza, pero no pasó nada. El público comenzó a levantarse, enojado. El director estaba muy nervioso, no sabía qué hacer.
De pronto, de tanto soplar y soplar, la trompeta comenzó a sonar. Pero no una canción. No, nada de eso. Comenzó a hablar. Sí, palabras de verdad. Toda la gente que se estaba yendo, se dio vuelta para ver qué pasaba. Al director de la orquesta, del susto, se le cayó la peluca que usaba. Y la trompeta dijo:
“Si, así es. No queremos sonar más. ¿Por qué siempre aplauden a los músicos, al director, pero nunca nos aplauden a nosotros?”
Entonces el piano, con sus teclas que parecen dientes gigantes dijo:
“La trompeta tiene razón. Estamos cansados de tanto trabajar y que nadie nos felicite. Nosotros también somos importantes en la orquesta”.
El tambor, que comenzó a rodar por todo el escenario dijo:
“Por eso hoy decidimos no sonar más. A menos que hagan algo al respecto”.
Todo el público se asombró. Era muy raro escuchar a los instrumentos hablar. Pero alguien del público gritó:
“¿Y si hoy se convierte en el día de la música, para felicitar a todos los instrumentos que hacen las canciones más lindas?”
Entonces la guitarra, moviendo sus finas cuerdas, dijo:
“Excelente idea. A partir de hoy, todos los 22 de noviembre serán el día de la música”.
Y desde hace muchos años se festeja el Día de la música. Si los instrumentos no hubieran pedido lo que creían que se merecían, nunca hubieran tenido su día. Te lo cuento, por si no lo sabías.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Juguetes de Ayer

Este cuento fue publicado este año, en uno de los libros escolares de EDIBA. Me gusta mucho la relación que entablan abuelo y nieto, y lo que significa para un chico tomar decisiones.

Que lo disfruten!


JUGUETES DE AYER
Hace unas semanas mi abuelo me vio jugando con un jueguito electrónico de carreras de autos. Él no entendía muy bien cómo funcionaba, pero me veía jugar todo el día. Entonces me hizo una proposición:

–Agustín –me dijo–, en unas semanas es tu cumpleaños, y no sé que regalarte. En realidad tengo pensado tres regalos distintos, y no sé cuál te va a gustar más.

–Y… Dame los tres, abu –le dije con una sonrisa.

–Ja ja ja. Lo que voy a hacer es dejarte jugar con los tres, para que los pruebes. Vas a cumplir ocho años, y estás grande para decidir qué juguete es el que más te gusta.

Acepté su idea tan extraña. Al día siguiente, recibí un balero. Sí, así se llama. Es una pelota de madera, del tamaño de una mano, con un agujero debajo. Esta pelota está atada a un palo. El juego es tratar de embocar el palo en el agujero de la pelota. Al principio parecía aburrido, pero después de varios días cada vez jugaba mejor. Había días que embocaba la pelota hasta tres veces. Y cuando me empezó a gustar el juguete, llegó mi abuelo y me lo cambió por otro. Era el trato que teníamos. Me dio un yo-yo. Nombre raro el de este juguete. Es… es… como un alfajor atado con un piolín, y te lo atas al dedo. Aprendí a hacer muchas piruetas: el ascensor, el perrito, la vuelta al mundo. Y cuando menos lo esperaba, mi abuelo me lo cambió por un trompo. Este juguete es difícil de explicar cómo es, pero lo que les puedo decir es que gira como un tornado, y cuanto más tiempo gira, más divertido es. Pero también me sacó el trompo.

Durante varios días no supe qué hacer. Habíamos hecho un trato, y tenía que elegir un juguete, pero los tres me habían gustado mucho. Entonces se me ocurrió una idea.

El día de mi cumpleaños, mi abuelo entró a mi cuarto y me dijo:

–¿Y, Agustín? ¿Ya sabés que juguete querés que te regale?

–Me gustaron los tres –le dije–, por eso te propongo un nuevo trato, abu. Te cambio tus tres juguetes, por mi jueguito electrónico.

Mi abuelo pensó un rato y me dijo:

–Trato hecho. Dejaste de lado un juguete que te gusta por otros tres que también te gustan. Eso también es poder elegir. Te felicito.

Ahora estoy feliz y no dejo de jugar con mis nuevos juguetes. Y no se sorprendan si ven a mi abuelo por la calle con el jueguito electrónico, parece que le encantan las carreras de autos.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Juegos en la Nieve

Cuento publicado en el libro escolar de Primer Grado de Ediba, en 2004, y nuevamente en 2009. Espero les guste. Saludos.

JUEGOS EN LA NIEVE

El año pasado Lucía se fue con sus papás y su hermano a Mendoza durante las vacaciones de invierno. Era la primera vez que Lucía tocaría la nieve. Cuando llegaron, la pequeña nena se bajó del auto tan rápido como un rayo, y mientras se sacaba los guantes, se tiró de cabeza sobre el hielo.

–¡Esto está muy frío, mami! –gritó la nena mientras reía.

–¿Viste Lucy? Es como hielo todo roto –respondió la mamá mientras miraba a su hija jugando en la nieve.

–Me encanta la nieve –dijo la nena mientras hacía una bola.

Estuvieron jugando un rato largo, haciendo bolas y arrojándolas muy lejos, armando muñecos de nieve, haciendo pozos y todo lo que se te ocurra. Hasta que el papá dijo:

–Bueno, nos tenemos que ir al hotel.

Lucía puso cara de tristeza y dijo:

–Yo no me quiero ir. Me gusta mucho jugar en la nieve.

–Ya lo sé hija, pero mañana tenemos que volver a casa. Ya se terminan las vacaciones –dijo la mamá.

–Bueno. Pero me quiero llevar un poco de nieve para mostrarle a Juli. Ella es mi amiga, y nunca tocó la nieve.

–No vas a poder, hijita. Se va a derretir toda, y cuando lleguemos a casa la nieve va a ser agua –respondió la madre.

La familia se subió al auto y se fueron al hotel. Al día siguiente ya estaban en su casa otra vez. Las vacaciones habían terminado y Lucía volvió al colegio. Al regreso, invitó a su amiga Julieta a su casa para contarle sobre sus vacaciones en Mendoza. Mientras estaban merendando, la madre escuchó lo que decían.

–¿Y cómo es la nieve, Lu? –preguntó Julieta mientras comía una galletita.

–Es muuuuyyy fría. Y blanca. Es como arena toda blanca, pero más fría.

–Me encantaría tocar la nieve. Mis papás dicen que algún día vamos a ir.

–Yo te quería traer un poco, pero mi mamá dijo que se iba a hacer agua.

La madre, que estaba escuchando todo, agarró un plato grande y abrió el freezer. Junto mucho hielo y cuando se dio vuelta dijo:

–Yo sí traje un poco de nieve para que Juli la pueda tocar.

Y puso el plato en el medio de la mesa. Entonces las dos nenas enterraron sus manos y comenzaron a jugar con esa nieve tan rara.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Tres barriletes

A continuación un cuento que escribí este año, y que demuestra que no siempre la unión hace a la fuerza. Saludos!

TRES BARRILETES
Leandro, Luciano y Lionel miraban la televisión cuando en un programa mostraron un torneo de barriletes. Los tres se miraron y dijeron al mismo tiempo: “¡hagamos uno!”

–Chicos, creo que tengo una revista que enseña cómo hacelos –dijo Leandro–. Voy a buscarla.

Cuando regresó, tenía la revista y los materiales que necesitaban. Hilo, papel barrilete, varillas de madera, un poco de trapo, tijeras y cinta de papel.

–Voy a usar el papel verde –dijo Lionel.

–No, ¿por qué vas a usar vos todo el papel?– protestó Luciano.

–Porque quiero que sea muy grande y lindo mi barrilete.

–Entonces, si te llevás el papel, yo me llevo el trapo para hacer la cola.

–No. Esos son los únicos pedazos de tela que hay –se quejó Leandro.

–No me importa. Si Lionel se queda con el papel, y no lo reparte entre los tres, yo me quedo con todo el trapo.

–Bueno. Quédense con esas cosas, yo me llevo todo el hilo –dijo Leandro enojado.

Y así cada uno construyó su barrilete como pudo. Lionel, en lugar de piolín, usó los cordones de sus zapatillas. Luciano uso papel de diario. Y Leandro, con cinta de papel, hizo la cola de su barrilete. Después de mucho trabajo, salieron al jardín a remontarlos.

Pero ninguno logró remontar su barrilete. Intentaron muchas veces, hasta que se cansaron de correr. Cuando parecía que un barrilete comenzaba a elevarse, volvía a caer, y los otros dos chicos se reían.

Después de mucho probar, Lionel dijo:

–Chicos, esto no funciona. Algo hicimos mal.

–Claro que hicimos algo mal –dijo Leandro–. Vos tenés un hilo muy corto, Luciano usó papel de diario, y la cola de mi barrilete no pesa lo suficiente. Eso pasa porque no compartimos los materiales.

–Entonces compartámoslos –dijo Luciano –y nos turnamos para remontarlo.

Los tres chicos desarmaron sus barriletes, para armar uno con los materiales correctos. Minutos después, un hermoso barrilete verde estaba construido. Leandro tomo el hilo y comenzó a correr, pero el barrilete tampoco se elevó. Probaron Luciano y Lionel y tampoco funcionó. Entonces Leandro tomó la revista, la miró y dijo:

–No entiendo. Seguimos los pasos a la perfección. Se necesita hilo, papel barrilete, varillas de madera, trapo para la cola…–dijo Leandro.

–¿Qué pasa, Lean? –preguntó Lionel.

–Nos olvidamos de algo muy importante para poder remontar un barrilete.

Los amigos se miraron sin saber qué faltaba. Entonces Leandro les dijo:

–¡Falta viento! ¡Sin viento el barrilete no vuela!

Los tres amigos comenzaron a reírse tanto que no podían parar.

–Volvamos a intentarlo mañana –dijo Luciano, mientras los tres entraban a la casa para merendar.