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domingo, 1 de noviembre de 2009

Tres barriletes

A continuación un cuento que escribí este año, y que demuestra que no siempre la unión hace a la fuerza. Saludos!

TRES BARRILETES
Leandro, Luciano y Lionel miraban la televisión cuando en un programa mostraron un torneo de barriletes. Los tres se miraron y dijeron al mismo tiempo: “¡hagamos uno!”

–Chicos, creo que tengo una revista que enseña cómo hacelos –dijo Leandro–. Voy a buscarla.

Cuando regresó, tenía la revista y los materiales que necesitaban. Hilo, papel barrilete, varillas de madera, un poco de trapo, tijeras y cinta de papel.

–Voy a usar el papel verde –dijo Lionel.

–No, ¿por qué vas a usar vos todo el papel?– protestó Luciano.

–Porque quiero que sea muy grande y lindo mi barrilete.

–Entonces, si te llevás el papel, yo me llevo el trapo para hacer la cola.

–No. Esos son los únicos pedazos de tela que hay –se quejó Leandro.

–No me importa. Si Lionel se queda con el papel, y no lo reparte entre los tres, yo me quedo con todo el trapo.

–Bueno. Quédense con esas cosas, yo me llevo todo el hilo –dijo Leandro enojado.

Y así cada uno construyó su barrilete como pudo. Lionel, en lugar de piolín, usó los cordones de sus zapatillas. Luciano uso papel de diario. Y Leandro, con cinta de papel, hizo la cola de su barrilete. Después de mucho trabajo, salieron al jardín a remontarlos.

Pero ninguno logró remontar su barrilete. Intentaron muchas veces, hasta que se cansaron de correr. Cuando parecía que un barrilete comenzaba a elevarse, volvía a caer, y los otros dos chicos se reían.

Después de mucho probar, Lionel dijo:

–Chicos, esto no funciona. Algo hicimos mal.

–Claro que hicimos algo mal –dijo Leandro–. Vos tenés un hilo muy corto, Luciano usó papel de diario, y la cola de mi barrilete no pesa lo suficiente. Eso pasa porque no compartimos los materiales.

–Entonces compartámoslos –dijo Luciano –y nos turnamos para remontarlo.

Los tres chicos desarmaron sus barriletes, para armar uno con los materiales correctos. Minutos después, un hermoso barrilete verde estaba construido. Leandro tomo el hilo y comenzó a correr, pero el barrilete tampoco se elevó. Probaron Luciano y Lionel y tampoco funcionó. Entonces Leandro tomó la revista, la miró y dijo:

–No entiendo. Seguimos los pasos a la perfección. Se necesita hilo, papel barrilete, varillas de madera, trapo para la cola…–dijo Leandro.

–¿Qué pasa, Lean? –preguntó Lionel.

–Nos olvidamos de algo muy importante para poder remontar un barrilete.

Los amigos se miraron sin saber qué faltaba. Entonces Leandro les dijo:

–¡Falta viento! ¡Sin viento el barrilete no vuela!

Los tres amigos comenzaron a reírse tanto que no podían parar.

–Volvamos a intentarlo mañana –dijo Luciano, mientras los tres entraban a la casa para merendar.

lunes, 26 de octubre de 2009

vida en el agua

Un cuento publicado el año pasado, antes de las olimpíadas. Espero les guste. Saludos.

VIDA EN EL AGUA
José nació en un pueblo rodeado por las sierras y una gran laguna cristalina se encontraba cerca de su casa. Pasaba horas enteras en el agua. Nadaba boca arriba, boca abajo, de costado, para adelante, para atrás… y hasta inventaba estilos. El agua era fresca casi todo el año, por eso nunca dejaba de nadar allí.
Su madre, muchas veces se enojaba porque José, en lugar de hacer la tarea de la escuela o ayudarla a limpiar la casa, se iba a la laguna a practicar su estilo pecho.
–José, dejá de pensar en el agua. Algún día te vas a arrugar todo por pasar tanto tiempo nadando –decía su madre cuando lograba que su hijo regresara a su casa.
Pero José no le hacía caso. A veces la ayudaba con las tareas del hogar, pero él prefería ir a nadar.
Sus amigos lo invitaban a jugar al fútbol o a participar en carreras de autitos, pero él siempre decía que tenía otra cosa que hacer. Sus amigos sabían a dónde iba José: a la laguna a nadar. Por eso le decían El Delfín.
Los años pasaron y José creció, y cada vez nadaba mejor. Su cuerpo fue fortaleciéndose; sus brazos largos arrastraban el agua como si fuera aire; sus pies pataleaban con tanta fuerza como los motores de una lancha. Sus padres vieron que José amaba lo que hacía. Por eso su padre llamó por teléfono a un amigo que vivía en la ciudad y le contó lo bien que nadaba su hijo. Este hombre le pidió que llevaran a José a la ciudad porque quería conocerlo. Cuando José mostró cuánto sabía nadar, y lo bien que lo hacía, le pidieron que participara de un torneo. Su emoción fue tan grande, que esa noche no pudo dormir. Entrenó durante semanas, y cuando llegó el día de la carrera, José estaba muy seguro de ganar. Había entrenado mucho, se había esforzado al máximo. La carrera terminó, y José obtuvo el primer premio. Desde ese día José, todos los años participa en competencias y torneos, no siempre sale primero, pero hace lo que realmente le gusta: nadar.
Este año, le pidieron que participara en el torneo deportivo más importante del mundo. Por eso está entrenando más que nunca. José viajará a China, a los Juegos Olímpicos, y nadará como nunca lo ha hecho; nadará porque es lo que más le gusta.

domingo, 18 de octubre de 2009

El mejor lugar

Hace unos días le envié a la ilustradora Alejandra Karageorgiu uno de mis cuentos. Ella, con mucha creatividad, dibujó está imagen que comparto con uds.
Abajo encontrarán el cuento que la inspiró. Saludos.



El mejor Lugar
Entre todas las plantas, el girasol es la flor que más necesita la luz del sol. Su cuerpo se mueve y gira, para encontrarlo. Esta es la historia de un girasol y de una rosa que no se llevaban muy bien.
Una mañana, cuando el sol ya había salido, el girasol abrió sus ojos y se encontró con una gran sombra que cubría su cuerpo.
–¿Qué sucede? –se preguntó muy asustado.
La rosa, al ver el desconcierto de su compañero, le dijo:
–Muy temprano, el granjero decidió plantar un árbol. Y lo puso justo delante de ti.
–No puede ser. Necesito la luz del sol para vivir –se quejó.
–Ja, ja. ¿Qué se puede hacer? –se rió la rosa–. No me gustaría estar en tu lugar.
El girasol intentó moverse para un lado y para el otro, pero la luz no llegaba a ver. Tenía miedo de marchitarse. Veía a la rosa, con su tallo y hojas cubiertas por el sol, y le daba mucha rabia. “No puede ser que tenga tanta mala suerte”, pensó.
–¿Me ayudas a pensar qué puedo hacer para ver el sol? –preguntó la flor amarilla a su compañera.
–Ahora no puedo. Estoy tomando sol. Necesito juntar fuerzas para cuando sea de noche –contestó la rosa sin intención de ayudar.
–Por favor –le pidió el girasol–. No ves que si no recibo sol, me marchito.
–No puedo hacer nada –respondió la rosa–. No me gustaría estar en tu lugar.
Varios días pasaron, y el girasol se esforzaba mucho por tener algún rayo de luz, mientras veía a la rosa que disfrutaba del calor del sol. Sólo por las tardes recibía el girasol un poco de brillo. Pero un día, el cielo estaba tan negro, y había tantas nubes, que las flores se asustaron. De pronto, una intensa lluvia comenzó a caer y mojó todo a su paso. Sin embargo, el girasol se mantenía casi seco. Sólo una fina lluvia mojaba su cuerpo. Y veía a la rosa empapada por el agua.
Cuando la lluvia se detuvo, el girasol observó a su compañera y le dijo:
–¿Cómo te sentís, Rosa?
–¿No me ves? Estoy toda lastimada y arruinada –contestó muy triste la flor.
Era cierto. La rosa había soportado y sufrido la fuerte lluvia y el viento, mientras que el girasol estuvo protegido por el gran árbol que lo cubría. La rosa pensó en la suerte que tenía su compañero, pero no se animó a pedirle ayuda, porque cuando él le pidió ayuda, ella se rió de su desgracia. Sin embargo el girasol se estiró un poco hasta llegar a la rosa, y con una de sus hojas comenzó a secarla. La rosa sonrió y le pidió perdón por haberse reído antes. Desde ese día, ambos compartieron la luz del sol.

jueves, 15 de octubre de 2009

el final esperado

Después de recibir varios finales para el cuento "Un trabajo para cada uno", posteado hace unas semanas, publico hoy, aquí, el final original. Felicito a todos los chicos que escribieron el mismo final que había escrito yo hace tiempo atrás. Y felicito a los que escribieron un final distinto, raro y novedoso, porque así nos demuestran que una historia no tiene siempre un sólo final. Mis felicitaciones para todos, incluso el profe de computación...
Que lo disfruten. Saludos


Un Trabajo para cada uno
     Débora, la maestra de 2° año, les dijo a los chicos de la clase que dibujaran qué querían ser cuando fuesen grandes.
     Cada uno agarró sus lápices de colores, y empezó a dibujar. El aula se quedó en silencio.
    Fabián dibujó un bombero, con su traje rojo y una manguera en la mano.
    Pablo quería ser poeta. Le gustaba mucho leer y hacer rimas.
    Karina siempre soñó con ser doctora. Entonces se dibujó en el papel con un delantal blanco atendiendo a un paciente.
     Eleonora quería ser bailarina. Sobre un escenario color marrón se dibujo bailando, y mucha gente aplaudía.
     Diego dibujó un futbolista que hacía un gol y toda la tribuna festejaba.
     Florencia se dibujó dentro de un televisor. Se imaginaba siendo actriz.
     Leo quería ser pintor. Sus colores sobre el papel formaban dibujos hermosos.
     Débora se levantó de su asiento, y comenzó a caminar por el aula, mirando los dibujos de sus alumnos. Sus ojos brillaban como dos estrellas. Hasta que vio que Micaela no había comenzado a dibujar. Su hoja estaba en blanco.
    -Mica, ¿qué pasa que no dibujas?
    -Es que no sé qué quiero ser cuando sea grande.
    -Podés ser muchas cosas: doctora, veterinaria, científica, arquitecta. ¿Qué te gustaría hacer?
     -Me gustaría... Ah... Ya sé –dijo mientras agarraba el lápiz negro.
    Débora se quedó mirando para ver que iba a dibujar. Y cuando terminó, Micaela le dijo:
    -Le gusta, seño. Yo quiero ser maestra. Como usted.
    Débora le dio un beso en la frente y continuó caminando por el aula. Mucho más feliz de lo que se pueden imaginar.

martes, 15 de septiembre de 2009

encontrar el caramelo

Nos tenemos que dar cuenta que a veces convidar puede tener sus beneficios... Les dejo un cuento, donde Gonzalo aprende que compartir es muy bueno.
saludos!


Encontrar el caramelo
Gonzalo era un poco goloso, y no le gustaba compartir sus golosinas. Un día Luciana lo descubrió en el recreo comiendo unos caramelos a escondidas del resto de sus compañeros.
–Gonza, ¿me das un caramelo? –preguntó la nena de largas trenzas.
Gonzalo, que tenía pocas ganas de convidarle, le dijo:
–Mejor ganátelo –anunció mientras se llevaba un caramelo y ambas manos detrás de su espalda.
El chico, con sus puños cerrados, colocó los brazos delante de los ojos de Luciana y le dijo: “¿En qué mano tengo el caramelo?”. Pero la nena vio que Gonzalo había dejado caer el caramelo detrás de él. ¡Había hecho trampa! Y sabía que si decía cualquier mano, iba a perder. Entonces pensó un rato, y le contestó:
–Hagamos al revés. Si descubro cuál mano está vacía me quedo con el caramelo. Es lo mismo, ¿no? –dijo la nena con una sonrisa, porque sabía que ambas manos estaban vacías.
–Si... Es lo mismo... –contestó el nene, mientras entendía lo que sucedía.
–Entonces elijo la derecha –respondió ella muy contenta.
Gonzalo abrió su mano y nada había allí. Sólo una mano vacía.
Gonzalo le dio un caramelo a Luciana, y ella lo sorprendió regalándole un chupetín. Ese día, Gonzalo se dio cuenta que quién da también recibe.

martes, 8 de septiembre de 2009

Cuatro Estaciones

Les traigo un nuevo cuento. Saludos...

CUATRO ESTACIONES
Si nadie te dio la bienvenida, te la doy yo. ¡BIENVENIDO! Sos uno de los miles y miles de pasajeros que viajan en este tren, de asientos cómodos, largos vagones, y con una locomotora que no deja de echar humo. Las vías forman un círculo muy grande, y siempre volvemos a empezar el viaje. En el recorrido de este extraño tren encontrarás cuatro estaciones, muy diferentes entre sí. A veces el tren se retrasa un poco, pero siempre llega. Los nombres de las 4 estaciones los debés conocer.

En la primera estación, el sol brilla con mucha fuerza y nos calienta todo el tiempo. Es la estación más linda, porque cuando llegamos allí tenemos la posibilidad de descansar un montón. Pero pronto debemos subir y continuar con el viaje. La siguiente estación nos espera con el cielo gris. Las hojas de los árboles comienzan a caer, y el frío se empieza a sentir. Luego llegamos a la estación más lluviosa y fría del recorrido. El agua no deja de caer, y muchas veces el viento es tan fuerte que mueve los árboles de aquí para allá. Los guantes y la bufanda son ideales cuando llegamos a esta estación. ¡A veces hasta podemos ver nevar! Pero el tren no se queda allí mucho tiempo, porque debe continuar viajando. La última estación tiene un suave aroma y variados colores. Son las flores que perfuman y adornan el lugar. Es una estación muy linda, porque el sol empieza a asomar. Me imagino que ya conoces el tren, y sus cuatro estaciones. ¡Son el verano, el otoño, el invierno y la primavera, y el tren es el año! Bienvenido a este viaje, que llega a cada estación el día 21. ¡TODOS A BORDO!, y el tren inicia otra vez su viaje.

martes, 1 de septiembre de 2009

Nuevo Vecino

Les traigo un nuevo cuento para comenzar el mes. Esos cuentos que nos hacen pensar un poco más en el barrio que vivimos. Saludos!


Nuevo Vecino
Era un Domingo a la mañana. Me acuerdo porque estaba sentada en la vereda, jugando con una de mis muñecas. De pronto apareció un enorme camión de mudanzas, de color rojo y blanco. Había doblado en la cuadra de mi casa y estaba avanzando sobre la calle, cuando se detuvo exactamente frente a mí. Era como si el camión me mirara. Me levanté y entré corriendo a mi casa.

-¡Mamá, mamá, alguien se muda! –empecé a gritar como una loca.

Mi mamá, que ya sabía de qué se trataba, me dijo:

-Si, Solcito. Son los nuevos vecinos. Se mudan acá enfrente.

Dejé mi muñeca y corrí a la calle. Le toqué el timbre a Mariana para contarle la noticia. Ella vive junto a mi casa. Cuando mi amiga salió, me preguntó:

-¿Qué pasa, Sol?

Entonces le conté. Su boca se abrió del tamaño de una sandía. Las dos corrimos a contarle a Julián, que vivía en la esquina. Él también se asombró muchísimo. Nos separamos y cada uno fue a contar a todas las casas del barrio lo que pasaba. En pocos minutos, todos los chicos del barrio estabamos en la vereda de mi casa, mirando el gran camión de mudanzas.

Algunos chicos decían que era una pareja de recién casados los que se estaban mudando. Otros aseguraban que eran dos ancianos que querían vivir en un barrio tranquilo. Y otros, que sería una familia con muchos hijos. Pero lo cierto era que nadie sabía quién ocuparía esa casa.

Sin que nos diéramos cuanta, apareció un auto color azul, y se estacionó detrás del gran camión. Cuando lo vimos, todos empezamos a murmurar. Del auto bajó una señora con una enorme panza de embarazada. Luego apareció un hombre con un bigote muy grande y gracioso. Y nadie más bajó del auto. Todos esperábamos ver bajar a un nene o a una nena, pero eso nunca pasó.

Varios hombres comenzaron a bajar las cosas del camión, y nosotros nos quedamos viendo. Había pasado como una hora desde que todos nos habíamos reunido. Cuando el camión se fue, pudimos ver el cartel que habían colocado en la puerta de la casa: “Clases de Violín”.

Sí. A mi barrio se había mudado un músico. Jorge, que es el profesor, comenzó a darle clases a casi todos los chicos del barrio. Y a mí también. Todas las noches, cuando nos acostamos, Jorge toca su violín desde su casa. Y eso hace más hermoso a mi barrio.

sábado, 29 de agosto de 2009

Discusión entre árboles

Un cuento que narra la discusión entre dos árboles, sobre quién es mejor y qué puede hacer cada uno. Que lo disfruten. saludos!


DISCUSIÓN ENTRE ÁRBOLES
Un eucalipto y un ombú fueron plantados el mismo día, uno muy cerca del otro. Con el paso de las semanas, dos brotes comenzaron a asomarse. El ombú crecía despacio, sin apuro, mientras el eucalipto se extendía hacia el cielo. Su tronco crecía sin cesar, y de él se desprendían ramas por doquier. Mientras tanto, el ombú lo veía alejarse del suelo, cada vez más alto.

Un día, el eucalipto decidió hablarle a su compañero.

–Querido ombú, me extraña que no crezcas como lo hago yo. ¿Tienes miedo a las alturas? ¿No quieres ver el mundo desde lo alto?

–Me encantaría, amigo eucalipto, pero creo que lo importante no es llegar tan arriba, sino mantenerse y ser feliz donde uno está. Le pregunto, ¿sus raíces son suficientemente fuertes?

–Jajaja –rió el gran árbol–. No necesito de mis raíces. Al llegar tan alto, casi tocando el sol, sus rayos me ayudan a alimentarme, y las pocas raíces que tengo toman algunos minerales de la tierra. Yo no necesito raíces fuertes. Además, ¿quién mira las raíces? Todo hombre que pasa por aquí, mira mi magnificencia, mi altura. En usted no encuentra nada atractivo.

–Está muy equivocado. Mis raíces y mi tronco grueso son muy atractivos. Y me ayudan a sostenerme, a mantenerme en pie.

–No necesito nada de eso. Creceré y creceré, hasta verlo a usted tan pequeño como una hormiga –dijo el eucalipto con voz fuerte, ya que cada vez estaba más lejos del pequeño y bajo ombú.

Pasaron varios días, y mientras el ombú fortalecía sus raíces, el eucalipto no dejaba de estirarse. Pero una tarde, el cielo se llenó de nubes negras, espesas nubes que anunciaban una gran tormenta. El aguacero se hizo intenso, pero eso no preocupó a ninguno de los dos árboles. Sin embargo, la lluvia llegó acompañada de fuertes vientos, vientos tan potentes que movían al eucalipto de aquí para allá. Mientras el ombú se mantenía firme en su lugar, el eucalipto comenzó a desprenderse del suelo. Sus delgadas y débiles raíces no le permitieron sostenerse en pie, y cayó. Cayó muy adolorido en el césped. Cuando el temporal se detuvo, el árbol que se había preocupado por crecer muy alto, se dio cuenta que el ombú seguía firme y resistente. Entonces comprendió que es importante crecer, pero también mantenerse firme para poder soportar todos los problemas que pueden llegar. No importa sólo lo que los otros ven, sino también lo que nos da fuerza para mantenernos en pie, como las raíces del árbol.

sábado, 22 de agosto de 2009

Vista de Lince

He aquí, un nuevo cuento. Una editorial me había pedido un cuento sobre aceptarse a si mismo, tal cual somos. Y surgió este cuento. Espero lo disfruten.

saludos


VISTA DE LINCE

Todos sabemos, y para los que no lo sabían, se los cuento, que los linces tienen una vista fabulosa. Pueden ver a la lejanía, cualquier cosa. Pero en esta historia, Linceo, el lince tiene un pequeño problema en la vista: Es miope. Cada día cuando se levantaba, se tropezaba mínimo tres veces con su cama, dos con su escritorio, y cuatro con la mesa de la cocina. ¡Linceo veía poco y nada! Estaba cansado de golpearse y golpearse y de perderse por no ver dónde estaba. Entonces tomó una decisión: Pidió ayuda.
Linceo golpeó la puerta del búho, en el bosque donde vivía, y le explicó el problema que tenía. El ave escuchó con mucha atención, y cuando el felino terminó su relato, el búho le pidió que aguardara un rato, porque él tenía una respuesta.
El ave apareció nuevamente en la habitación, con un par de anteojos. Linceo lo miró extrañado y le dijo que él no podía usar lentes… ¡Que un Lince no podía usar anteojos!
–Esta es la mejor solución. Podrás ver de cerca y de lejos; lo grande y lo pequeño; lo lindo y lo feo. Podrás ver todo lo que antes te perdías.
El lince dudó unos segundos, miró intrigado los anteojos y se los probó. Entendió que usar lentes no era tan malo. Y así termina la historia del único lince que no veía nada, y comienza la historia de Linceo, el lince que todo veía.

sábado, 15 de agosto de 2009

ciencia ficción para chicos

Les traigo un nuevo cuento, publicado en el mes de julio de este año, en la revista de Segundo Ciclo de Ediba. Algo nuevo. Quise probar el género de ciencia ficción para chicos. Salió algo bueno. Si gusta, subiré otros del mismo estilo.

Espero lo disfruten. Saludos!!



Energía Humana

Con el cielo aún oscuro, Coxlit despertó en su cama, luego de un corto descanso. Aún no amanecía, ni lo iba a hacer: el sol hacía años que no salía. La gente del año 2.218 no conocía el sol. Sin un rayo de luz —ni natural ni artificial— que lo guiara, el hombre se puso de pie y se dirigió a la cocina. Tomó el calentador eléctrico y miró en su interior. Un poco de agua, suficiente para un café, pensó. Lo enchufó a la pared y salió. Pasó juntó al televisor, a la computadora, al microondas, todo sin funcionar. Ni siquiera los miró, les fue indiferente, como si supiera que esos aparatos dependían de él para poder ser usados.

Llegó a un cuarto pequeño, ya con sus ojos acostumbrados a la oscuridad. Tan sólo una bicicleta fija, pero que estaba conectada a un gran dispositivo negro, el cual estaba enchufado a la pared. El hombre respiró, se desperezó y se subió al aparato. Pedaleó. Fuerte, rápido, sin detenerse. Pedaleó durante quince minutos, durante veinte, y recién luego de media hora de pedalear, de pronto las luces se encendieron. Toda la casa se iluminó: cuartos, cocina, dormitorio. El televisor comenzó a mostrar imágenes de noticieros. El microondas mostró su reloj parpadeante. La computadora arrancó y por los parlantes comenzó a salir música. Sin embargo, Coxlit continuó pedaleando. Lo hizo tres horas más, sin detenerse. Una vez agotado, y con la tarea cumplida, se bajó de la bicicleta. Ahora podía ver. Luz al fin, pensó. Y salió del cuarto.

Por el televisor se escuchó a una reportera que decía: “Continúa la tarea para potabilizar las aguas estancadas. En una labor increíble, las autoridades de cada país buscan nuevas formas de conseguir agua potable, ya que las reservas en ríos, lagos, lagunas, y todo tipo de acumulación de agua ha sido agotada luego del desperdicio y abuso por parte de los hombres durante años. En otras noticias, hoy se cumplen doscientos años de la creación de la Bicicloenergía, forma de suministrar energía a través de una bicicleta fija en el hogar. El agua ha dejado de ser fuente de energía, al igual que el sol debido a la polución y la contaminación ambiental, y por eso cada ser humano debe producir la energía que necesite para vivir…”

Coxlit entró a la cocina, encendió el calentador eléctrico, y después de tres minutos, tenía su agua caliente para el café. Un desayuno prometedor, se dijo a si mismo, y sonrió. Miró el medidor de energía de su casa: estaba al máximo, le alcanzaría para el resto del día.

Si años atrás se hubieran preservado los recursos naturales, Coxlit seguiría usando su bicicleta, pero sólo para hacer gimnasia.

Si queres conocer más historias de la ciencia ficción para chicos, lee estos cuentos:


Ciencia Ficción VII

jueves, 6 de agosto de 2009

Los Oficios II

Segunda parte de las rimas sobre los oficios.
Si se te ocurren oficios que no estén aquí, decímelos, y trateré de crear nuevas rimas. saludos!!


Soy Maestra
Muchos oficios podés encontrar, pero hay uno que te va a gustar.
Tiza blanca y borrador, uso para enseñar mejor.
La escuela es mi segundo hogar, y lo que más me gusta es educar.
Los números y las letras vas a aprender, también la historia vas a conocer.
Los chicos son mi alegría, y voy feliz al colegio cada día.

Soy Veterinario
Muchos oficios podés encontrar, pero hay uno que te va a gustar.
Cuando un animal está sufriendo, lo traen a mi consultorio corriendo.
Ladren, maúllen, cacareen o relinchen, yo los curo y no hacen más berrinche.
Con paciencia y mucho amor, trato de que se sientan mejor.
Tener una mascota es mucha responsabilidad y hay que quererla de verdad.

Soy Panadera
Muchos oficios podés encontrar, pero hay uno que te va a gustar.
A la mañana empiezo a cocinar, para tu desayuno preparar.
Vendo facturas con dulce de leche y crema, y si se acaban es un problema.
El aroma del pan recién horneado, te tienta a dar un bocado.
Podes comprarme tortas y masitas para cuando tenés visitas.

Soy Verdulero
Muchos oficios podés encontrar, pero hay uno que te va a gustar.
Entre zanahorias, pepinos y tomates, trabajo tomando mate.
Las señoras que preparan ensalada, vienen a comprar muy entusiasmadas.
Peso de todo en mi balanza, menos mi gran panza.
En tu barrio me podés encontrar, vendo verduras sin dudar.

viernes, 31 de julio de 2009

Los Oficios I

Les traigo unas rimas que armé para uno de los libros escolares de Ediba. Esta es la primera entrega. El resto, en unos días. Saludos!!

Soy Carpintero
Muchos oficios podés encontrar, pero hay uno que te va a gustar.
Con el martillo y unos clavos, puedo hacer lindos regalos.
Un trozo de madera y un serrucho, me alcanzan para mucho.
A los tornillos los hago girar, y con la pinza puedo trabajar.
Yo armo muchos muebles en mi taller, y todos los quieren tener.

Soy Bombero
Muchos oficios podés encontrar, pero hay uno que te va a gustar.
Corro y corro para apagar el fuego, y lo apago cuando llego.
Voy en un camión con sirena, y cuando vamos por la calle muy fuerte suena.
Un chorro de agua sale de la manguera, y del fuego nada queda.
Los incendios tengo que apagar, para muchas vidas salvar.

Soy Doctora
Muchos oficios podés encontrar, pero hay uno que te va a gustar.
A muchos pacientes debo ayudar, darles remedios para que se puedan curar.
Atiendo a grandes y a chicos, les doy jarabes feos y ricos.
Pero las personas deben cuidarse, para evitar enfermarse.
Trabajo todos los días en un hospital, usando guantes y un blanco delantal.

Soy Actor
Muchos oficios podés encontrar, pero hay uno que te va a gustar.
Es muy lindo ser famoso, actuar en la tele es grandioso.
Me gusta firmar autógrafos a la gente y sacarme fotos sonrientes.
En el cine o el teatro, te entretengo un rato.
Tengo muchos admiradores, y también amigos actores.

viernes, 24 de julio de 2009

Cuidemos el medio ambiente

Les acerco un cuento publicado este año, en el libro escolar "Soy de Segundo" de la editorial EDIBA. Con ilustraciones y todo!!
saludos.


jueves, 9 de julio de 2009

Algunos Textos

Les dejo los primeros cuentos, para que lean y me conozcan mejor.
Todos fueron publicados por la editorial EDIBA.

Saludos!!

UNA MEDIA GLOTONA

       Franco salió del kiosco, con su alfajor en la mano. Se había comprado uno de chocolate, su favorito. Pero antes de poner un pie en la vereda, guardó su dinero en la media. Sí, en la media. Es una forma segura y cómoda de guardar la plata cuando no se tienen bolsillos.
       Franco comenzó a caminar por la calle rumbo a su casa, a tan sólo cuatro cuadras. Siempre volvía del colegio a esa hora, y siempre le daban ganas de comerse un alfajor. Pero esta vez fue distinto.
     Llevándose el último pedazo de alfajor a la boca, pasó por otro kiosco donde vio las figuritas de fútbol que juntaba. Entonces se agachó para buscar el dinero en su media, pero no estaba todo lo que había guardado. Sólo quedaban 10 pesos, de los 13 que había guardado. “No puede ser”, pensó. “Se me deben haber perdido”.
      Le entregó al kiosquero el billete a cambio de 2 paquetes de figuritas. Guardó en su media el billete y la moneda que le dio de vuelto el hombre.
     En el camino se puso muy contento porque le tocaron 5 figuritas que no tenía. Antes de llegar a su casa, recordó que su mamá le había pedido que comprara pan. Entró a la panadería y le dijo al dueño: “¿Me da medio kilo de pan, por favor?”. El hombre eligió el pan más calentito, que es el más rico. Lo metió en una bolsa y le dijo: “Son 4 pesos, Franco”. El chico sabía que tenía dos billetes en su media, pero no los encontró. “¿Qué pasa? ¿Dónde está la plata?”, se preguntó. El panadero al ver que Franco no hallaba el dinero le dijo: “Me lo paga tu mamá después. Andá”.
       Franco salió de la panadería muy preocupado, pensando que tal vez tenía una media mágica que hacía desaparecer el dinero. Cuando llegó a su casa, le dijo a su mamá:
     –Má. Tengo una media que me come la plata. Guardé billetes y monedas y no están. ¿Puede ser que mi media tenga hambre?
     La mamá de Franco se rió y le dijo:
     –Sentate y dame el pie.
     La mujer le sacó la zapatilla a su hijo y luego la media. Entonces dijo:
     –No, Franco. Tu media no come plata. ¡Tan sólo tiene una boca enorme! –y mientras decía esto le mostraba el gran agujero que tenía la media en el talón.– Toda la plata está acá, en tu zapatilla. Mirá–. Y así era. Todo el dinero estaba adentro.
     Franco se puso un poco colorado de la vergüenza, pero enseguida comenzó a reírse como un loco. “Menos mal. Se imaginan si me comía el pie”, pensó.


LO QUE PASÓ EN ABECEDARIO

            En un lugar muy, muy lejano, allá arriba, en el cielo; más lejos que la luna, más lejos que todas las estrellas, las grandes y las chiquitas, existe un planeta muy raro. Allí no hay gente ni animales, lo que hay son palabras. Es un mundo donde todas las palabras viven tranquilas y contentas. La palabra “Correr” corre por el campo verde, lleno de árboles. “Volar” vuela en el cielo azul, lleno de nubes blancas, que parecen pedacitos de algodón. Y “Jugar” juega con las otras palabras. También viven “Lindo” y “Hermoso” en ese planeta. “Lindo” es lindo, y “Hermoso” es más lindo que “Lindo”, es decir, es hermoso. Además hay muchas otras palabras. En realidad están todas las palabras que conocés y más.
        En ese mundo, hay un pueblo muy chiquito, llamado Abecedario. Allí viven todas las letras, y nada más que las letras. Las palabras no pueden entrar. Están la A, la B, la C, y todas, hasta la Z. Las letras se quieren mucho entre ellas, y cada vez que en nuestro planeta las necesitamos, ellas vienen volando muy pero muy rápido, para aparecer en el papel. Algunas son más lindas que otras, pero eso no les importa si en nuestro planeta las tratamos bien.
       Hace muchos años, en nuestro mundo, los grandes trataban mal a las letras. Las escribían desprolijamente, con manchas y suciedad. A los adultos no les importaban las letras, sólo las usaban para escribir. Y por eso las letras estaban tristes.
      Un día todas las letras de Abecedario que, como dije antes, era el nombre de aquel pueblito, se reunieron para hablar sobre lo que les pasaba y cómo las trataban los grandes. Cada letra dijo lo que pensaba. La “A” dijo: “A mi me molesta que la gente grande no nos quiera”. La “C” dijo: “Cuando tengo que aparecer en un papel, tengo miedo de que me lastimen”. La “T” dijo: “Tenés razón. Todos nos tratan mal”. La “L” dijo: “La última vez que aparecí, me hicieron flaquita y fea. Linda no soy, pero podrían escribirme mejor”. Y así cada una dijo lo que pensaba, ninguna se quedó callada. Luego de pensar un largo rato, y de proponer muchas ideas, a la “Y” se le ocurrió algo: “¿Y si no aparecemos más?, y cada vez que nos quieran escribir no van a poder”. Entonces la “M” contestó: “Me parece una idea buenísima, pero que sólo los adultos no puedan escribirnos. Mientras los chicos si puedan”. “Ojalá funcione”, dijo la “O”.  Y así se pusieron de acuerdo todas las letras. Ya no aparecerían en los papeles cada vez que los grandes quisieran escribirlas.
       Un gran lío se armó en el planeta. La gente grande no sabía que hacer. La única manera de escribir era con lápices, biromes, marcadores, tizas, y ninguna de estos funcionaba. Pero cada vez que las usaban los chicos, las letras aparecían muy contentas. Cuando un adulto no podía escribir, llamaba a su hijo, a su nieto, a su sobrino, o al primer chico que veía, para que escribiese lo que le pedía. Porque los grandes ya no podían escribir, por más esfuerzo que hicieran. Algunas veces los chicos no querían escribir, y preferían ir a jugar o a mirar la tele. Entonces los adultos no sabían que hacer y se ponían tristes.
       Pasó mucho tiempo, y los grandes no podían escribir palabras. Algunos se habían olvidado como escribir. Otros trataban de formar letras cortando papelitos, o cortando fideos, porque estos son muy buenos para armar letras. Pero esa no era la solución. Entonces todas las letras de Abecedario, que era el pueblo donde vivían todas las letras, y no dejaban entrar a las palabras, como ya dije antes, se volvieron a reunir. Y cada una dijo lo que pensaba. La “P” dijo: “Pienso que los adultos se sienten mal porque no pueden escribirnos”. La “J” dijo: “Jamás creímos que se iban a poner tan tristes”. “Están sufriendo mucho”, dijo la “E”. La “Q” dijo: ¿Qué podemos hacer para solucionar esto?”. Y todas las letras comenzaron a dar ideas, como la vez anterior, únicamente que esta vez era para ver cómo arreglar el problema que habían causado. Entonces la “D “dijo que tenía lo solución: “De ahora en adelante, cada vez que un chico nos escriba, le vamos a decir que hable con un adulto y le diga por qué no aparecemos más cuando nos escriben. Decirles que, como los adultos nos tratan mal, no queremos aparecer más”. Muchas letras estuvieron de acuerdo, pero la “N” dijo: “No podemos hablarles a los chicos. Nunca una letra le habló a un chico”. Entonces la “P” dijo: “Podemos, y lo vamos a hacer”. Todas estuvieron de acuerdo y cada vez que un chico escribía una letra, esta le decía algo. Al principio los chicos tenían miedo. Cómo una letra les iba a hablar, tan campante sobre la hoja. Pero ellas les dijeron que no tuvieran miedo. Entonces todos los chicos del mundo corrían a decirles a los adultos por qué no podían escribir. Los adultos se dieron cuenta del mal que estaban haciendo, comenzaron a tratar bien a las letras y pudieron escribir otra vez. Los grandes ya no trataban mal a las letras, y éstas estaban muy felices. Habían hecho un gran trabajo. Esto fue lo que pasó en Abecedario.
      Así que si un día una letra te empieza a hablar, no tengas miedo, escuchala, porque seguro que necesita tu ayuda.


DOS ARTISTAS EN EL BOSQUE


        Todos los días, con la salida del sol, Beto, el pájaro carpintero del bosque comenzaba su trabajo. Era el artista del bosque. Pasaba horas y horas trabajando con su pico la madera de los árboles. Podía crear las obras más maravillosas, los muebles más cómodos. A todos los animales les encantaba ver cómo Beto tallaba los troncos.
       Pero un día llegó al bosque otro pájaro carpintero. Según contaban los pájaros que lo conocían, Guemo era mucho mejor que Beto. Podía tallar lo que le pidiesen mucho más rápido. Entonces Beto escuchó lo que se decía del nuevo pájaro, y le propuso una competencia. Los animales del bosque se entusiasmaron mucho, ya que un torneo no se veía hacía mucho tiempo, desde aquella carrera entre la liebre y la tortuga. Después de varios días de preparación, llegó el momento de la verdad. Todos los animales en silencio, escucharon lo que el juez tenía para decir.
     –Estamos aquí –decía el buho, que por ser el más viejo, le tocó ser juez– para ver quién es el mejor carpintero del bosque. La competencia consistirá en tallar una cama. Quién la haga primero y más hermosa, ganará la competencia.
      Ambos pájaros se miraron, y cada uno inició su trabajo. Luego de un rato, Guemo había finalizado su obra. Los animales maravillados, aplaudieron con sus patas. Era una cama hermosa. Pero había que esperar a Beto, quien se tomaba su tiempo. Luego de unas horas, Beto concluyó su cama. Los animales, abrieron sus hocicos, dejando caer sus largas lenguas. Era una cama casi perfecta. Era más hermosa que la de Guemo. El juez entonces dijo, mientras observaba:
      –Animales, ambos participantes han finalizado sus trabajos. Y creo que tenemos un problema. La cama de Beto es hermosa, una obra de arte. Pero la de Guemo fue construida mucho más rápido. Es una decisión muy difícil. Tengo que pensarlo un poco. El buho comenzó a caminar por el pasto, de un lado a otro, con sus alas abiertas y
sus ojos cerrados. Cada animal seguía con su vista al juez. Hasta que éste se detuvo. Se
quedó quieto como una estatua. Abrió los ojos y dijo:
     –Declaro la competencia... Un Empate. Ambos pájaros carpinteros tienen sus habilidades, y realizaron sus trabajos con mucho esfuerzo. No creo que sea bueno que haya un ganador. Desde hoy, todo animal que necesite un mueble con mucha prisa, se lo pedirá a Guemo. Y aquel animal que quiera un mueble hermoso, se lo pedirá a Beto. Así ambos tendrán trabajo, y ninguno será mejor que el otro. 
     Y desde aquel día el bosque tuvo dos artistas.