CRECER
Mi mamá dice que ya no debo pasar tiempo con vos. Que ya soy grande. Pero a mí no me importa. Yo te quiero, y no te voy a dejar. Claro que me acuerdo, cómo no me voy a acordar el día que nos conocimos. Yo estaba triste y vos llegaste y enseguida me propusiste jugar. Al principio me costó entenderte, pero con los días nos hicimos más y más amigos, y nos volvimos inseparables. Íbamos juntos a todos lados: a la mesa a cenar, a lo de la abuela, a lo de los tíos, a la plaza, a todos lados. Vos sabías a qué quería jugar yo, y siempre jugábamos. Ahhh, sí, me acuerdo también. El día que volví del jardín y no estabas. Te busqué por todos lados. Pensé que te habías ido. Pero no… Sí, estabas arriba. Sí, ahí. Me asusté mucho ese día. Porque te quiero y pensé que te había perdido. Por eso no puedo hacer lo que dice mi mamá. Sé que Gonzalo se va a poner contento, y que yo ya estoy grande… Claro, estar en primer grado es ser grande. Bueno, a veces sí, a veces me siento como un chico, y quiero hacer cosas de chicos, pero soy grande ya. Tal vez Gonzalo te cuide tanto como lo hice yo, o más. Por mi culpa te lastimaste el brazo. Fue sin querer, el tobogán tenía un clavo salido, y te enganchaste el brazo. No fue a propósito. Menos mal que mamá me ayudó y te curó. Te cosió el brazo y listo. Fuimos a jugar enseguida. Ayer Gonzalo me dijo que quería jugar con vos, y creo que por eso mamá me dijo que ya estoy grande, para dejarte ir con Gonza. Sí, es mi hermano, y ya sé que te seguiré viendo, pero no es lo mismo. Bueno, sí, tenés razón. Vos también. Estoy grande. Pero prométeme que cuando quiera jugar con vos, vas a estar disponible. Aunque sea un ratito. ¿Sí? ¿Prometido? Eso. Perfecto. Entonces esta es la despedida, es nuestra última noche juntos. Claro que te voy a extrañar. Dale, descansemos. Mañana Gonza se va a poner recontento. Que descanses. Yo también.
Mauro apagó la luz de su velador, le dio un beso a su dragón de peluche, con escamas violetas y verdes, ojos amarillos y una cola puntiaguda, y se quedó dormido.