SIN DORMIR
–El ser
humano pasa un tercio de su vida durmiendo. Eso es inaudito. Pierde tiempo para
trabajar más, para viajar, para leer, para estar con sus hijos. Pierde
demasiado tiempo durmiendo. Nosotros acabaremos con esto –dijo Zaidman en
televisión, uno de los científicos más reconocidos del mundo, en el año 2.117.
Y así fue.
Luego de cinco meses de arduo trabajo y dedicación, Zaidman junto a su equipo
de científicos, crearon una pastilla. Una pastilla que eliminaba el sueño. De
raíz. Con tomar una, el hombre soportaba días sin dormir, y así ganaba tiempo.
La pastilla
recorrió el mundo. En paquetes de tres, de cinco, de diez. Se vendían por mayor
y por menor, en todos los países. Los hombres se dieron cuenta que aprovechaban
más su vida, que podían hacer muchas más cosas que antes se perdían por dormir.
Comenzaron a verse con amigos que hacía mucho no veían. Le dedicaban algunas
horas más al trabajo. Cada tanto miraban programas de televisión o escuchaban
la radio toda la noche. Al principio usaban la pastilla para recuperar horas
perdidas en viajes o en otras cosas.
Nadie, nadie
en todo el globo había dicho “no” a probar la nueva píldora. Entonces
comenzaron a abusar de ella. No tomaban una o dos por mes, sino que comenzaron
a tomar una por semana. Algunos hasta una por día. Sin embargo, y pese a que
algunos continuaban preservando algunas horas para dormir, al poco tiempo ya
nadie dormía.
Los hombres comenzaron a trabajar más tiempo, casi quince horas
por día. Llegaban a cualquier hora a sus casas, invertían más dinero en sus
empresas, y gracias a las pastillas no necesitaban descansar. Empezaron
ejercitarse más seguido, desarrollando sus músculos a niveles exponenciales.
Comenzaron a socializar mucho más: reuniones de amigos, citas, deportes, salidas
con la familia. Las mujeres tenían más tiempo para vestirse, ir de compras,
maquillarse. Comenzaron a preocuparse más por su apariencia física, ya que todo
el día estaban despiertas, y debían verse impecables. Hombres y mujeres
incluyeron dos comidas más en sus vidas. Al estar despiertos tanto tiempo, y
gastar más energías, debían consumir más proteínas y vitaminas para soportar
las veinticuatro horas en actividad.
Todos tomaban las pastillas, como si fueran alimento. Pero ese no
fue el problema mayor. Porque si lo deseaban, podían abandonar el remedio y
regresar a su vida anterior, y dormir como lo hacían tiempo atrás.
Lo que
Zaidman ni su equipo predijeron fue que la pastilla comenzaría a ser absorbida
por cada ser humano, y con el tiempo, cada vez necesitarían menos pastillas
para evadir el sueño. Vivían las veinticuatro horas. Trabajaban mucho más.
Leían. Jugaban. Comían. Viajaban. Pero ya no dormían.
La evolución
hizo el resto.
Hoy, en el
año 3.075, no sabemos lo que es dormir. Esa pastilla, que nuestros antepasados
consumieron, sus cuerpos las asimilaron, y hoy el ser humano no necesita
dormir. Puede estar despierto las veinticuatro horas; debe estarlo. De noche y
de día. Con luz y en la oscuridad. Ya no necesitamos dormir. No es bueno esto.
No sólo no podemos dormir, sino que tampoco hacemos algo que nuestros
antepasados llamaban soñar.